Nos invitaron de la revista Ohlalá a escribir del AUTOamor y como no podía ser de otra manera, hablamos del amor propio, desde nuestro gran amor, el auto.
En la lista de las cosas que amo, mi primer auto podría entrar en el ranking de las 10 cosas materiales. Es más creo que podría ubicarse en los 3 primeros puestos. Y la razón de que algo material haya sido tan protagonista en mi vida, es porque el auto hizo que a mis 18 años, ayude a descubrirme, valorarme y por sobre todas las cosas AUTOamarme.
Mi primer auto fue un fiat 125 usado con motor tempra (siempre lo aclaro porque no como andabaaaaaaaa ese auto!), que me regalaron mis viejos cuando cumplí 18 años y teóricamente empezaba mi edad de mayor responsabilidad donde estudiaría y trabajaría y por sobre todas las cosas, mantendría por primera vez algo. Pero el amor por mi primer auto, ya había empezado a generarse desde el momento que esperé con mucha ansias sacar la licencia de conducir y durante el proceso de aprender a manejar. De la mano de mi viejo, en un Mehari con caja en el volante, fueron mis primeros pasos cuando era más pequeña, proceso que iba a confirmar que con un buen maestro, paciencia, conocimiento y práctica, una podía aprender lo que quiera. Tachaba los días para ver cuánto faltaba para el gran día, el del examen para sacar la licencia de conducir. Un desafío en mi vida, porque nunca fui muy fanática de las pruebas donde alguien determinaba si sabías o no sabías. Me ponía nerviosa e insegura pero esta vez necesitaba que todo sea distinto. Rendía por mí.
Y un 20 de octubre de 1991 allá fui con mi padre a Roca a superar mis malas experiencias con los exámenes y obtener mi primer licencia de conducir. Volvamos a mi querido 125. Todavía recuerdo cuando me lo regalaron y me senté en él. “Vamos a ser buenos amigos y a vivir grandes momentos”, le dije mientras observaba su antiguo tablero y la cantidad de kms que tenía. Hasta ese momento no me imaginaba lo que ese auto iba a significar en mi vida e inclusive en la vida de otras mujeres.
Mi primer auto me llevó a conocer nuevos lugares, nuevos amigos, inclusive me enamoré en mi primer choque (un golpecito de trompas con un bombón que no saben lo que era). El 125 me llevó a a poder ir a visitar a mis abuela que vivía en La Lucila, pero por sobre todas las cosas me llevaría a descubrirme a mí. En MI 125, tuve MI espacio, mis grandes charlas conmigo misma, mis llantos solitarios, las charlas íntimas con amigas. También en mi auto tuve unos buenos chapes con mi novio (no el del choque, lamentablemente) y mi primer visita a Villa Cariño (ref: “Villa Cariño” era una zona especial de la ciudad de Buenos Aires, ubicada en los bosques de Palermo. Las parejas llegaban en auto a fin de disfrutar un momento de intimidad. Para muchos fue el despertar de los avatares amorosos)
Con mi auto, aprendí amar algo material pero a la vez aprendí a amarme más a mí. Mi 125 fue un espacio donde pude conocerme, aprender lo que es la responsabilidad y que no siempre tiene que ser una carga. Respetar y cuidar lo propio. Ser solidaria (era la que siempre buscaba y lleva a todos). Ser agradecida a mis viejos que me dieron el primer empujón para tener mi primera movilidad. Pero por sobre todas cosas con mi primer auto, aprendí lo que es la libertad. Desde ese 20 de octubre de 1991 que saqué la licencia, nunca dejé de moverme. En auto, en bici, en moto, en 2 patas o en monopatín. El movimiento genera seguir conociendote. Si no te movés, te quedás en lugares que a veces no te hacen feliz. O a veces, no descubrís otros lugares que te harían aún más feliz.
@lulydietrich
Fundadora #MujeresAlVolante
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